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  ECONOMÍA, GÉNERO Y SOCIEDAD  
  Mujeres, pobreza y desarrollo de capacidades  
 

Marta Bekerman aborda la relación entre mujer y economía a partir del relato de su experiencia en la creación, en el ámbito de la Facultad de Ciencias Económicas, de un proyecto de otorgamiento de microcréditos para el desarrollo de emprendimientos productivos a mujeres residentes en villas de emergencia.

 
  x Marta Bekerman
CV
: Marta Bekerman es Profesora Titular de Desarrollo Económico en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y Directora del Centro de Estudios de la Estructura Económica (CENES) de dicha Facultad. Además es Investigadora Principal del CONICET y Presidenta de la Asociación Civil AVANZAR por el Desarrollo Humano .
 
     
 

Soy economista y, sin embargo, no me resulta fácil encarar el tema de la relación entre economía y mujer. Por eso, voy a enfocarlo desde el ámbito de los sectores populares, en donde puedo contar mi experiencia como presidenta de una Asociación Civil que otorga microcréditos a habitantes de villas de emergencia para la realización de microemprendimientos . Desde allí puedo observar las conductas de las mujeres humildes que día a día luchan para asegurar el sustento de sus hogares.

Es frecuente ver diferencias de género en el comportamiento dentro del hogar. En efecto, en medio de las dificultades que sufren los habitantes de villas de emergencia se hace notable el mayor compromiso que muestran las mujeres para asegurar que la economía permita alimentar y educar a sus hijos. Admito que no es lo más correcto realizar generalizaciones sobre tipos de conductas pero se trata aquí de frecuencias o estadísticas que resultan convincentes a la hora de reflejar la contribución de las mujeres, tanto en relación a las tareas de la casa como con el sostén de la economía familiar.

Por otro lado son sorprendentes los avances que muestran las mujeres cuando tienen acceso al crédito y a la capacitación, que se vinculan con un rápido aprendizaje del manejo de sus negocios y la constancia para desarrollarlos. Pero, sobre todo, con un crecimiento de la autoestima que va logrando transformaciones en las propias relaciones dentro del hogar.

En ese contexto no puedo dejar de recordar la frase de Amartya Sen, Premio Nobel de Economía: “El desarrollo no consiste solamente en aumentar la oferta de bienes y servicios, sino en acrecentar las capacidades de las personas” . E n países como la Argentina, los sectores más pobres carecen totalmente de acceso al crédito, mientras que es la población más pudiente la que recibe la mayor parte de los préstamos bancarios. Por eso, los proyectos de microcrédito dirigidos al desarrollo de microemprendimientos llegan a jugar un rol muy importante para elevar los niveles de empleo y de calidad de vida de los personas excluidas del proceso productivo. Es que esos pequeños créditos pueden ser un arma muy importante para desarrollar una cultura del trabajo en vastos sectores de la población que se ubican en los niveles más bajos de pobreza. Por eso aspiran a ser una apuesta al ser humano, a creer en las capacidades de las mujeres y a darles la oportunidad de desarrollarlas.

A pesar del fuerte impacto que están teniendo los microcréditos en países en los que alcanzaron un fuerte desarrollo, en especial los asiáticos, pueden escucharse observaciones o críticas a los proyectos de microcréditos desde distintas perspectivas. Tal vez la principal es que el cambio debe hacerse desde la política, a través de transformaciones sociales y económicas que modifiquen la distribución del ingreso y generen trabajo digno para la gente. Como economista y como integrante del Plan Fénix no puedo estar más de acuerdo. Es más, creo que no podemos dejar de llevar adelante una discusión sobre la estrategia productiva de largo plazo que permita un proceso de crecimiento sostenido con equidad social y de género. Pero estos avances hacia una estrategia de crecimiento no pueden desconocer que necesitamos respuestas inmediatas y específicas para las mujeres excluidas del mercado de trabajo.


Un intento de respuesta desde la UBA
Durante la década de los noventa pasé por períodos en los que no me sentía totalmente feliz con mi rol de economista. Por un lado, consideraba útil mi dedicación a la docencia y a la formación de becarios e investigadores pero por otro, sentía que todos mis sugerencias e ideas acerca de la necesidad de políticas alternativas, frente a las que se estaban implementando entonces en la Argentina, caían en saco roto. Sin embargo, podía palparse que la pobreza aumentaba, que la situación de la gente empeoraba día a día, por lo que empecé a pensar en involucrarme de una forma más directa, más allá de los debates sobre teorías y políticas económicas. En un país en el que la universidad es gratuita, queda en muchos de los que recibimos ese beneficio la asignatura de devolverlo de alguna forma.

La oportunidad se presentó cuando vi a Margarita Barrientos, de la Villa Los Piletones, en un programa televisivo. En ese momento el comedor de Margarita era muy pequeño y recién comenzaba a funcionar. La Villa tenía calles de tierra que se inundaban y se volvían intransitables en los días de lluvia. Creamos, entonces, con un grupo de mujeres, una red solidaria para apoyar ese comedor; ayuda que se extendió durante los años 1998 y 1999.

Entonces conocí la experiencia de Microcréditos de Mohammad Yunus en Bangla Desh y comencé a pensar en la conveniencia de implementar un sistema similar, en lugar de la ayuda al Comedor, e implementar un proyecto de Microcréditos para los habitantes de la Villa los Piletones. Empezamos a armar el equipo de trabajo y aquí fue fundamental el rol de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, desde donde convocamos a estudiantes voluntarios para participar en el proyecto. Fue un proceso duro de aprendizaje porque que no teníamos ninguna experiencia previa, lo que pesó muy fuertemente cuando el país atravesó la crisis de diciembre del 2001 y nos encontramos frente a un nivel alto de morosidad. Sin embargo, lejos de desanimarnos, esta situación nos dio fuerza para aprender, sobre todo, de nuestros errores.

No faltaron situaciones emocionantes. Una vez le dimos un crédito a una microempresaria destinado a la fabricación de empanadas. Cuando le pedimos que firmara que lo había recibido, hizo dos crucecitas en el papel. Sentí, entonces, que había encontrado un motivo importante para darle sentido a mi vida: le estaba dando un crédito a una persona que no sabía firmar, que nunca lo hubiera recibido de no estar nosotros allí. Le dije que estaba segura de que iba a cumplir con el pago del crédito porque en realidad estaba firmando con el corazón. Y así fue efectivamente: su cumplimiento fue perfecto.

Creo que la sociedad debe conocer el esfuerzo y constancia de estas mujeres. Por eso a continuación presento dos testimonios expresados, en su momento, por prestatarias de nuestra Asociación Civil AVANZAR por el Desarrollo Humano



Las mujeres en el campo profesional
Quiero dedicar unas palabras finales a plantear la relación entre economía y mujer desde una perspectiva vinculada al campo profesional. Es innegable que se está produciendo en la sociedad un proceso de justa revalorización del rol de las mujeres. Sin embargo, y a pesar del papel protagónico que algunas ocupan hoy en la Argentina, su participación es minoritaria en los cargos más elevados o de dirección. Esta situación no puede ser atribuida a la existencia de menores capacidades sino a estrictas razones culturales vinculadas a su valorización social o al lugar que ocupan en la división del trabajo. Sin embargo, las cualidades que distinguen a las mujeres se van haciendo cada vez más evidentes. Mayor apertura mental y grado de socialización, nivel de compromiso, capacidad de resolver varios temas al mismo tiempo, de dar mayor participación a sus emociones en la resolución de problemas y de ofrecer posiciones más firmes en contra de la corrupción. Todas esas cualidades hacen que las mujeres tengamos un importante rol potencial para desarrollar en distintos campos vinculados al bienestar de la gente, incluyendo el de la economía.

Es un potencial que debería aprovecharse socialmente, más que a través del establecimiento de cuotas de participación femenina, a partir de promover un mayor desarrollo de las capacidades de las mujeres por medio de la educación y de lograr su revalorización al otorgarles las mismas posibilidades de acceso a los lugares de responsabilidad. Creo que este cambio cultural nos permitiría lograr una sociedad mejor.

 
     
 

NOTAS
Se trata de la Asociación Civil AVANZAR por el Desarrollo Humano: (www.econ.ubaar/avanzar). Los créditos que otorga son muy pequeños (el monto promedio es de 500$) y ofrece, además, actividades de capacitación para la realización de microemprendimientos. Trabaja con un cuerpo de “oficiales de crédito” integrado por estudiantes y egresados de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y por habitantes de las Villas de Emergencia involucradas. El área geográfica de su accionar incluye a los habitantes de las Villas de Emergencia de “Los Piletones”, Fátima (Villa 3), Villa 15 , Cildáñez (Villa 6), Charrúa y de los barrios de Copello y Soldatti, en la Capital Federal. Su cartera activa actual alcanza a los 570 prestatarios, (si bien ya ha otorgado alrededor de 4.000 créditos, que incluyen a las sucesivas renovaciones de los mismos, por un monto superior a los 2,3 millones de pesos).

Estos testimonios fueron extraídos de un libro de mi autoría titulado: “Microcréditos. Una estrategia contra la exclusión”. Editorial NORMA. Buenos Aires.2004.