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| INVESTIGACIÓN

Los naufragios no sólo nos hablan sobre los barcos

Conversamos con el arqueólogo marítimo Nicolás Ciarlo, de lo que tienen para contar los naufragios sobre los sucesos históricos de nuestro país.

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Los naufragios resultan atractivos por un sinnúmero de motivos, y despiertan en el imaginario popular numerosas historias de aventuras. Para los arqueólogos, los restos de barcos que yacen bajo el agua y en tierra son una fuente de información sobre la sociedad de a bordo y el contexto histórico durante el cual en el que navegaron.

“Los naufragios aportan información que va más allá de los barcos”, nos contó Nicolás Ciarlo, arqueólogo investigador del CONICET en el Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. “Porque haciendo una investigación de manera conjunta, comparativa, articulando las evidencias de barcos de distintas épocas y procedencias, se puede dar respuesta a problemáticas que tenían que ver con el ámbito social, político y económico de la época”.

Ciarlo se ha especializado en lo que se conoce como arqueología marítima y náutica, especialidad que estudia los restos materiales relacionados con las actividades pasadas del ser humanos en ambientes acuáticos. No sólo lo que está debajo del agua, sino también lo que ocurría en tierra y que guarda íntima relación con aquel medio.

Un ejemplo es el trabajo que viene realizando junto a su equipo de trabajo en el sur de la provincia de Buenos Aires, desde Bahía San Blas hasta la ciudad de Carmen de Patagones, sobre la época en que el Imperio del Brasil intentó invadir la provincia, y fue repelido por las condiciones ambientales, y por los habitantes de la zona.

De Patagonia al Mundo

“Durante parte importante del siglo XIX, Carmen de Patagones fue el enclave más al sur que tuvo el territorio argentino”, explicó Ciarlo. Dentro de este contexto, “nos interesa la historia de la navegación en la zona y, en particular, estamos enfocados en los naufragios que resultaron de las dos campañas que realizó el Imperio del Brasil contra Buenos Aires, durante la Guerra del Brasil entre 1825 y 1828”.

Ambas campañas fueron fallidas, y la ciudad misma de Carmen de Patagones fue tan protagonista que dejaron huella en la identidad de sus habitantes hasta la actualidad. Uno de los intentos de invasión de Brasil falló gracias al esfuerzo de los ciudadanos de Carmen de Patagones, mientras que el segundo se frustró debido a las inclemencias climáticas y características del fondo marino de Bahía San Blas.

“Vencieron a los efectivos de una de las armadas más importantes de la época”, contó el arqueólogo. “Se trata de un evento casi olvidado en la historia nacional, pero muy vivo en la historia oral local, tanto de Bahía San Blas como de Carmen de Patagones”.

“La memoria histórica se va construyendo día a día, por eso la arqueología es importante para poder dar cuenta de esos eventos que ocurrieron en el pasado, y brindar elementos para la construcción de la memoria en la actualidad”, explicó Ciarlo.

“Estudiamos las evidencias documentales y la memoria oral que tiene la gente acerca de esos eventos. Cómo lo viven, qué consideran que pasó, cómo lo rescatan hoy. Y como arqueólogos, a ello se suma el estudio de los restos materiales que han quedado de esos eventos, que en este caso son cuatro naufragios”.

“Los temas que me interesa trabajar son de índole global. Los naufragios que estaban en estos lares, los barcos que circulaban por la Patagonia, surcaban las aguas de otras partes del mundo”, contó el arqueólogo. “Numerosos barcos procedían de los centros de producción más importante que estaban en Europa, o en EE.UU.”.

“Las problemáticas son globales”, explicó Ciarlo. “Porque tienen que ver con la expansión del capitalismo, con las relaciones entre el centro y la periferia. Nosotros desde Argentina podemos dar cuenta de procesos que ocurrían a escala mundial, y que tenían diversas repercusiones en diferentes sitios. Y creo que esa es una de las mayores riquezas que tiene la arqueología histórica, que se ocupa de tiempos recientes”.

“Me he enfocado principalmente en el siglo XVIII y XIX, en los procesos que tienen que ver con la industrialización creciente de la época. Asimismo, me he interesado por los conflictos armados que marcaron esos siglos, y cómo se articularon con el desarrollo de la ciencia, y de las innovaciones tecnológicas”.

Lo que yace bajo el agua

 “Si bien un barco podía estar compuesto de materiales de diversa época y procedencia, un naufragio constituye un caso particular, porque es un sitio unicomponente, es decir que todo lo que había a bordo fue utilizado de forma contemporánea, en un determinado momento”.

“En un principio, los arqueólogos marítimo trabajaban con buzos para que recuperen los materiales. Pero hacia la década de 1950 algunos sostuvieron por primera vez que era más fácil enseñarle a bucear a los arqueólogos, que arqueología a los buzos. Así es que en esta época los arqueólogos comenzaron a bucear para poder adaptar la metodología de estudio particular de esta disciplina a un ambiente subacuático. De ello resultaron diferentes técnicas, pero que siguen el mismo principio: recabar y analizar de forma sistemática la información sobre el pasado humano”. 

“La arqueología es una disciplina pos facto, trabaja sobre una realidad que ya ha ocurrido. Y que no se van a repetir, esa evidencia es única, y si no la estudiamos, si llega a destruirse, por diferentes factores, vamos a perder la información potencial contenida en esos materiales”.

“Por eso uno de los criterios importantes que seguimos los arqueólogos a la hora de establecer un plan de acción es enfocarnos en los sitios que están más expuestos. A los que se pueden acceder fácilmente, que corren peligro de expolio, o que se están deteriorando. Esos sitios suelen estar en el área intermareal, que es en la franja costera que queda descubierta, cuando el mar se retira”.

El investigador

Nicolás Ciarlo es doctor en Arqueología, estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Durante su tesis de licenciatura y en el doctorado, se especializó en arqueología marítima y subacuática, en el país y el exterior. Y su gran tema es el estudio de los cambios en la tecnología moderna a través de las evidencias de naufragios y otros sitios arqueológicos en tierra.

“De chicos todos tenemos una fascinación por lo antiguo y por las historias de aventuras”, contó Ciarlo sobre cómo se decidió a estudiar arqueología. “Me marcó mucho un suplemento que me regalaron mis padres, cuando tenía 8 años, de la revista de divulgación Conozca Más. En ese momento lo consideré mi tesoro. A partir de entonces no dejé de leer, y pedirles a mis padres más material de arqueología”.

“Desde chico fui a veranear a la costa argentina, a Reta. Allí había varias historias de naufragios, lo que me fue fascinando, y que me llevó a unir estas dos pasiones, que son la arqueología y los barcos hundidos”. 

“Mis padres siempre me apoyaron diciéndome que elija la carrera que quisiera, aunque otras presiones me llevaron a anotarme primero en Ingeniería. La arqueología, sin embargo, logró inclinar la balanza a su favor. Las vueltas de la vida, terminé colaborando en un grupo interdisciplinario en el laboratorio de materiales de la Facultad de Ingeniería”. 

“Cuando empecé el CBC de Antropología, me contaron que había un profesor en la Facultad de Ingeniería que estaba queriendo formar un grupo de Arqueometalurgia. Un grupo de investigación para trabajar metales arqueológicos”.

“Gracias a ello, pude comenzar a estudiar las tecnologías del pasado a partir del análisis de caracterización de materiales, que es lo que se denomina en términos generales como arqueometría. Aplicar conocimientos y métodos de la ciencia de materiales, la ingeniería, la física y la química para obtener información de materiales arqueológicos y poder responder preguntas antropológicas, históricas, arqueológicas”.

“El ingeniero Horacio De Rosa estaba buscando gente para formar el grupo, y me presenté con 20 años. En 2004, De Rosa dio el primer curso sobre el tema, metalografía para materiales arqueológicos. A partir de entonces iniciamos el Grupo de Arqueometalurgia. Mi línea de investigación, durante los últimos 15 años, ha sido el trabajo con tecnologías metalurgias náuticas de época moderna”.