
08/03/2019 // WEB UBA
#8M
Eugenia Sacerdote de Lustig, una mujer a contramano de la historia.
En la UBA existen muchos ejemplos de pioneras, maestras que han marcado el rumbo de las nuevas generaciones.
Es evidente el avance que han logrado las mujeres en el último siglo y más aún en los últimos años, para hacerse lugar en el camino hacia la plena igualdad de derechos con los hombres. En la UBA existen muchos ejemplos de pioneras, maestras que han marcado el rumbo de las nuevas generaciones. Elegimos compartir, en primera persona, la historia de vida de Eugenia Sacerdote de Lustig. Una entre tantas y en su figura, rendir homenaje a todas.
Investigadora emérita del CONICET y de la UBA, pionera en la técnica de cultivo de tejidos in vitro en nuestro país; iniciadora del área de investigación básica en oncología en el Hospital Roffo. Reconocida nacional e internacionalmente, Eugenia Sacerdote dejó huella en cada ámbito por el que pasó. Falleció, ya ciega, a los 101 años el 27 de noviembre de 2011.
Esta entrevista fue realizada para la revista Encrucijadas, a sus 90 años, cuando hacía apenas seis meses que había dejado de trabajar.
- Usted hizo carrera con la medicina en la Argentina, pero estudio en Italia, no es así?
“Nací en 1910 en Turín, Italia. Pasé allí la Primera Guerra Mundial; un frío terrible. Había terminado la escuela primaria y me acuerdo que como premio vi por primera vez un cine. Era la historia de un jovencito italiano que venía a la Argentina a buscar a su madre que había ido como cocinera, una historia que me había hecho llorar muchísimo porque primero me parecía la Argentina un lugar tan lejano, tan lejano, y la historia me había emocionado.
Bueno, entre tanto en Italia había ganado las elecciones Mussolini y empezó el fascismo, en 1922 unificaron todos los programas de los colegios y en general no gustaba que las mujeres fuesen a los Liceos masculinos porque Mussolini tenía la idea de que las mujeres servían para hacer muchos chicos así después Italia tenía muchos soldaditos, un ejército muy importante. Esos pobres soldaditos que nacieron en aquella época son los que después murieron durante la guerra. Así que me mandaron a un colegio femenino. Liceo femenino quería decir que después de seis años de estudio no se podía entrar en la Universidad. Así que yo me encontré con que a los 17 años no tenía absolutamente nada en la mano porque tenía todas las puertas cerradas. Después de haber pasado un año en casa buscando qué hacer, con una prima mía, Rita Levi Montalcini, que después ha sido Premio Nobel en Medicina en el año ´86 decidimos estudiar para ver si podíamos graduarnos en el Liceo masculino que nos daba la posibilidad de entrar en la universidad. Pero entrar en el Liceo masculino quería decir ocho años de latín, cinco años de griego más todas las materias científicas naturalmente, matemática, física, química, biología, todo lo clásico italiano. Entonces encontramos un profesor latinista que dijo, "bueno si ustedes estudian mucho yo las voy a preparar".
Entonces empezamos a estudiar, estudiamos durante un año, puedo decir, de las 5 de la mañana a la medianoche sin parar y a fin del año conseguimos dar todos los exámenes. De latín, de griego, que quería decir, el examen consistía en una traducción escrita del latín al italiano y del italiano al latín y del griego al italiano, más todas las otras materias. Ha sido un examen muy duro y nunca estudié tanto en mi vida, confieso.
Bueno, por fin nos recibimos y pudimos entrar en la universidad”.
MUJERES EN UN MUNDO DE HOMBRES
- Cómo nació su vocación?
“En el tiempo en que yo estudiaba para los exámenes del Liceo, un hermano mío mayor tuvo un accidente de coche, por lo cual tuvo que ser internado en un pueblito cerca de Turín y yo pasé muchas noches con él porque estaba grave. Entonces entré a conocer bien qué era un hospital, quiénes eran los médicos, las enfermeras, los pacientes, empecé a acostumbrarme a este ambiente de la medicina y esto ya me despertó mucho el deseo de estudiar medicina.
Cuando decidí estudiar encontré un rechazo terrible en mi familia porque nadie, ninguna mujer estudiaba medicina. Al final conseguimos ingresar con mi prima y éramos cuatro mujeres sobre 500 hombres así que se imaginan nuestra dificultad, no? Porque naturalmente los muchachos a los 18 años se divertían, hacían todas las bromas que podían y nosotras éramos tímidas...
Me acuerdo, que en aquel entonces por ejemplo yo iba con el sombrero, con guantes, porque en aquellos tiempos las mujeres usábamos sombrero. Yo me acuerdo haber encontrado mi sombrero a diez cuadras de distancia de la facultad porque se divertían al sacarme las cosas, robarlas, esconderlas. Así todas bromas que duraban varios meses. Éramos cuatro mujeres solas así que era bastante difícil para nosotras ser aceptadas, no solamente por los compañeros sino también por los profesores.
Me acuerdo que cuando me senté para dar el examen de medicina legal el profesor le dijo al asistente que tenía al lado "tómele usted examen a esta chica porque total esta mujer nunca va a hacer una autopsia en su vida".
Era tan difícil para nosotras entrar a la facultad sin que nos hicieran alguna broma pesada que le tuvimos que dar una propina al portero de la cátedra de anatomía que vivía ahí, para que nos dejara entrar por su casa porque era un camino lateral así nos encontrábamos ya adentro sin tener que pasar por todos los problemas de los estudiantes que nos esperaban.
Bueno, finalmente nos recibimos. La primera vez que hice guardia en el Hospital de Clínicas de la Universidad yo estaba esperando que viniera algún paciente, y en ese momento pasa desesperado un ciclista que tenía toda una rodilla que le sangraba, el rostro, y lo único que supo decirme fue "por favor señorita, llame a un médico de verdad", así que pensaba que yo era una enfermera, ni se le pasó por la cabeza que podía ser yo la médica. Esto es para explicarle cómo era el ambiente en el cual pasé mis seis años después de la facultad”.
“Perdí un año esperando dar todos los exámenes, así que tenía 24 casi 25 años cuando me recibí. Antes de la Segunda Guerra, en 1936. En el 37 trabajé todo el año en una cátedra de anatomía e histología, a fin de año me casé y a fin del año 38 nació mi hija. Me fui a vivir a vivir a Roma, donde pensaba empezar después a trabajar como médica.
-Pudo continuar su carrera en Italia?
En el año '38 Mussolini salió con las leyes sociales y como yo soy de origen judío, al día siguiente de las leyes me retiraron el carnet, así que nunca pude actuar como médica en Italia. Me acuerdo que estaba amamantando a mi hija y abrí el diario y leí "hoy Mussolini decretó las leyes sociales por lo cual todos los judíos pierden el trabajo, serán echados del trabajo y no podrán hacer ninguna actividad profesional", en ese momento se me fue la leche.
Mi marido era directivo de la fábrica Pirelli en Roma y perdió el trabajo; mi hermano trabajaba en los teléfonos, perdió el trabajo, así que no contábamos con nada en la mano, sin ninguna posibilidad de trabajo en Roma. Mi carnet de médica lo puse en el cajón del escritorio y nunca más lo pude utilizar. Se intentó ver si se podía ir a Estados Unidos pero la cuota de inmigrantes italianos en Estados Unidos ya estaba superada por lo cual no aceptaban a ningún italiano más. Así que había que pensar en Sudamérica. En Sudamérica para suerte nuestra -porque hemos tenido suerte nosotros-, el director de la Pirelli le dijo a mi marido que se iba a abrir una sucursal de la Pirelli en la Argentina, en Buenos Aires, así decidimos venir a la Argentina. Era fin de agosto del 1939, pasamos ocho meses buscando tener la visa y le digo que la visa era cotizada todos los días de un modo distinto, tanto que se decía, cuanto vale hoy la visa?, cuanto vale?. Cada cónsul de cada ciudad hacía lo que quería porque los habían dejado en libertad a los cónsules para hacer lo que querían.
Bueno, por fin llegamos. Llegué yo, mi marido, mi suegra, pero por desgracia a los pocos días de estar nosotros acá empezó la guerra y toda la maquinaria que tenía que venir de Italia a acá para empezar a instalar la fábrica no pudo venir porque no venían los barcos. Así que mi marido recibió un telegrama con la imposibilidad de poner la fábrica en la Argentina, le aconsejaban ir a San Paulo, en Brasil así que yo me quedé acá sola mientras mi marido en Brasil.
Toda mi familia, mi madre, mis hermanos, todos, primos, vivían en Nápoles y por diez años yo no los vi más, pero lo peor es que yo no sabía durante la guerra dónde estaban, yo no sabía dónde se habían escondido. Estuve tres años sin tener ninguna noticia de ellos.
Finalmente se fueron todos a Estados Unidos, pero estuve tres años sin saber nada, sin saber si habían muerto”.
VOLVER A EMPEZAR
-Y cuándo se reunió con su marido?
“Yo también me fui a Brasil, estuve un año y medio allí, y después volví acá. Así que empecé a estudiar portugués antes que español. Acá entonces había llegado mi cuñada, la hermana de mi marido, ella tenía dos hijos y yo tres. A la mañana yo salía con todos los chicos, salía con 5 chicos, iba al parque. Volvía, les daba de comer, y después entregaba todos los chicos a mi cuñada. A eso de las dos de la tarde iba a la facultad, pero en la facultad yo no conocía absolutamente a nadie, yo no sabía ni dónde estaba la facultad. Pero entonces empecé a ir a la biblioteca de la facultad de Medicina, la facultad de Medicina en aquel entonces estaba donde está ahora Ciencias Económicas. Y me acuerdo que iba a la biblioteca y le preguntaba a la bibliotecaria "Cómo se llama el profesor de esta materia, cómo se llama este otro profesor, y donde están", era muy amable esta señora, me hablaba y me dio toda una lista más o menos de cómo eran los profesores. Ellos querían que no me reconocieran el título. No solamente no me reconocieron el título de universidad, no me reconocieron ni la escuela primaria ni la secundaria. Yo empecé a dar exámenes de historia, geografía, lengua y matemáticas. Después renuncié porque cuando nacieron mis hijos ya no tenía más tiempo para ponerme a estudiar todas las materias. Y dije bueno, me olvido de la medicina, y voy a ver si puedo hacer investigación. Entonces, después que tuve toda la lista donde estaba la gente, todos los profesores donde estaban ubicados tuve coraje y me voy a presentar a la cátedra de Histología y embriología porque yo había hecho una tesis sobre este tema.
- Tuvo suerte?
Me presenté y dije “yo he hecho una tesis de histología en Italia, conozco algunas técnicas más nuevas que son las técnicas de células cultivadas in vitro”, me acuerdo que estaba el Dr. Paredes él me dijo: "yo no tengo nada para ofrecerle pero si quiere una mesa y una silla se la doy", así yo empecé.
Empecé a ir todas las tardes ahí, poco a poco puse en marcha, digamos, la técnica de la célula viva que acá por suerte no conocían. Después de un año, me dijeron "Bueno, no tenemos nada para ofrecerle pero, como en todas las cátedras se da un punto para pagar la vidriería que se rompe durante el año, si se rompen pocos vidrios entonces queda algo para usted", así como empecé a cobrar mi primer sueldo. Yo cuidaba que nadie rompiera nada. Después de dos años me dieron un pequeño nombramiento de ayudante de cátedra, porque para la parte de investigación no importaba que no tuviera título argentino.
“En '47 Perón, que ya había asumido en el '45, echó al profesor Houssay de la cátedra. Entonces, mi profesor, donde yo trabajaba en Embriología e Histología, por solidaridad al profesor Houssay, renunció a la cátedra en el '46. Lo imitaron muchos más.
Así que yo me quedé sola y abandonada. Estuve ahí sin decir nada que yo era extranjera porque me echaban del país. Era muy peligroso, estuve ahí calladita, solita hasta que por suerte, vino a rescatarme el director del Instituto Roffo, que en aquel tiempo se llamaba el Instituto de Medicina Experimental, el profesor Parpeto Brian, que era un patólogo que había conocido a mi profesor en Italia, supo que yo había sido su ayudante en Italia y me vino a decir, "¿No quiere venir conmigo al Instituto Roffo, que yo tendría mucho interés en que usted haga células cancerosas cultivadas?". Le dije que yo de cáncer no sabía nada. Le diré que en aquel tiempo, en la facultad de Medicina de cáncer hablaba un cirujano y nada más pero se conocía muy poco. "No importa, no importa, venga igual, venga igual..." me dijo. Con mucho gusto me fui a trabajar al Instituto Roffo.
-Y entonces a qué se dedicaba en el Roffo?
No fue fácil. Este buen director no sabía que yo tenía que trabajar en condiciones absolutamente estériles porque yo tenía células vivas que tenían que crecer en un tubo de ensayo en condiciones de esterilidad absoluta. En aquel tiempo no existían todavía los antibióticos, después con los antibióticos todo ha sido facilitado, pero todavía faltaban diez años para que se surjan los antibióticos. Entonces, pobre hombre, me dio para trabajar un lugar en el Laboratorio de Análisis Clínicos donde yo tenía que trabajar en una mesa donde todo alrededor tenía los tubos de orina, de sangre, los pacientes que venían a retirar sus cosas, que hablaban..., le dije, “no disculpe, profesor yo en estas condiciones no puedo trabajar porque tengo que trabajar en un lugar limpio, estéril absolutamente”. Y me dice, "ah, bueno entonces la mando arriba". Y el pobre me mandó arriba en un lugar que estaba muy limpio pero tenía otro problema, era el Museo de Histología y Patología donde se conservaban las piezas adulteradas que se consideraban interesantes... estaban todos los frascos con formol, había unos vapores de formol tan terribles que mis pobres células vivas se enquistaban y morían antes de que yo empezara a trabajar. Así que tuve que decirle, disculpe pero yo no puedo estar en este ambiente. Cuando por fin transfirieron la biblioteca a otro lugar, así que cuando sacaron todos los libros de la biblioteca me instalé yo, era un lugar limpio donde se podía trabajar.
Empecé a trabajar entonces en el Instituto de Oncología Roffo, pero en el año '50, viene un día a buscarme el Doctor Parodi que era el director, era el jefe de departamento de virus del instituto Malbrán, que en aquellos años se llamaba Instituto de Virología Malbrán, y me dice "Vengo ahora de Estados Unidos, tengo que cultivar virus y los virus se pueden cultivar solamente sobre células vivas, así que por favor venga a tomar una sección para cultivar." Entonces yo iba a la mañana al Instituto de Oncología Roffo y a la tarde, a las dos de la tarde y hasta las siete de la tarde me iba al Instituto Malbrán”.
DAR EL EJEMPLO
-Fue entonces que aparece la epidemia de poliomielitis?
“Entonces era ayudante de cátedra, y el Malbrán, dependía de Salud Pública. Era un sueldo miserable pero me pagaban. Entonces empecé a trabajar en virus, solamente que entonces tuve la desgracia que a los dos años de estar ahí en el Instituto de Virología, vino acá una terrible epidemia de poliomielitis, claro ustedes no deben saber nada porque la poliomielitis no existe más. Ha sido espantosa la epidemia, terrible que acá los chicos morían como moscas, y para hacer el diagnóstico de la poliomielitis había que trabajar con células humanas que se infectaban después con materia fecal de los chicos, se extraía el virus y se infectaba con la muestra de materia fecal de los chicos para poder estar seguros si era o no era poliomielitis. Y yo empecé a trabajar en esto, puse todo en marcha, hice el diagnóstico que era muy complicado, y en este período, el Dr. Parodi, que era mi jefe, decidió irse a vivir a Montevideo, así que me dejó con todo, a cargo de todo el departamento de virus. He pasado dos años espantosos porque la epidemia empeoraba y me acuerdo que para ayudarme, los médicos de Salud Pública decidieron mandarme tres pediatras, me dicen "sé que usted tiene muy poco personal así que le mandamos tres pediatras para que la ayuden". Y yo cuando he visto llegar a estos tres pediatras que nunca habían tenido un tubo de ensayo en la mano digo, ¡por favor no toquen nada!, porque tenía terror de que se fueran a infectar. Les digo, por favor, lo único que les pido es que se pongan ahí en el escritorio a escribir el nombre de los enfermos, pero que no toquen nada. Me puse a trabajar yo con la técnica que había preparado y a la noche - porque trabajaba hasta la medianoche a veces, por la cantidad de diagnósticos y de casos que había-, todo el material que había usado durante el día, lo ponía en medio del jardín, le ponía nafta encima y lo quemaba. En esta forma estaba tranquila que al día siguiente el primero que entrara en el laboratorio no se infectara. En Uruguay no había polio, y hubo poquísimos casos, tanto que yo mandé a mis tres hijos a vivir a Uruguay, tenía por suerte un primo que me los tuvo ahí cinco meses.
Yo iba a Uruguay los sábados a la noche y los domingos volvía. Por suerte tenía un primo allá.
-Y se pudo avanzar en algo?
“Después en el '56 cuando acá empezó a ser más grave el asunto me mandaron a Estados Unidos porque se empezaba a hablar de la vacunación, pero todavía no había sido probada. Entonces la Organización Mundial de la Salud junto con otros cuatro o cinco latinoamericanos me mandaron a Estados Unidos y a Canadá para aprender a utilizar la vacuna y para trabajar con los monos porque este virus se multiplica solamente sobre tejido humano o sobre tejido de mono del Norte, el mono de ellos es el más parecido al humano, nada más, otro mono no se infecta. Entonces empecé a trabajar allá con los monos, es decir, estudiar infectar monos, después estudiar sobre ese mono para ver como se había infectado, después ponerle la vacuna y ver si la vacuna había defendido el cerebro del virus. Así que ha sido un trabajo muy, muy duro. Primero en Estados Unidos, en varios lados en Atlanta, en Filadelfia, en Washington...y después me mandaron a Canadá, a Montreal, y seguí trabajando con monos. Así que cuando volví, yo dije, bueno yo no sé si tenía monos aquí para trabajar, monos de esos, me compraron un mono, así que con un mono no pudimos hacer nada. Pero como yo había visto ya sobre los monos que la vacuna realmente servía, que defendía, entonces empecé una campaña acá para convencer al ministro de Salud Pública que había que vacunar a todos, y acá tenían un poco de miedo porque, claro, no se sabía todavía el resultado. Se sabía que defendía pero no se sabía si se podía encontrar otro problema”.
“Entonces di el ejemplo, me vacuné yo, vacuné a mis hijos y empecé a vacunar a los chicos de Buenos Aires ... Pero tuve que decidir yo de tomarme la decisión digamos de hacer campaña, te imaginas que no era tan fácil porque había un cierto recelo” (…)
-Entonces terminó su carrera en el Malbrán?
“Así llegué hasta el año '58, ya había caído Perón(…). Hubo una huelga terrible en el Malbrán en la parte de la Asociación de Trabajadores del Estado, que no querían al director que habían puesto, pero yo no hago huelga en ese momento porque todavía hay casos de poliomielitis que hay que detectarlos, así que yo no hago huelga. Entonces, este personal de ATE se enojó conmigo, en un momento delicado del Instituto Malbrán; primero me rompieron el vidrio del coche que yo tenía a tres cuadras de distancia, y después me tiraron un cajón sobre los pies y me fisuraron un pie. Entonces yo dije no que todavía hay epidemia así que hay que trabajar y me volvieron a agredir, cuando me vieron herida, me fui a casa y al día siguiente renuncié al cargo del Malbrán.
-Cómo fue que llegó a la Facultad de Ciencias Exactas?
Cuando renuncié al Malbrán me encontré entonces sin nada, pero entre tanto había cambiado el presidente, estaba Frondizi que era el hermano del rector de la Universidad de Buenos Aires, y él como rector de la UBA, había decidido llamar a concurso de profesores para todas las facultades, aún a los que no tenían título argentino. Y dije esta es mi ocasión. Entonces me presenté para el cargo de la cátedra de Biología celular, pero en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Me presenté a este cargo de profesores, y al día siguiente Frondizi que era el rector, me mandó a casa un reconocimiento del título. Después de diez años di un examen que ya no me acordaba más porque ya no era médica, porque yo no hacía más la medicina, pero me reconocieron el título. Así que tengo el título argentino”.
LA NOCHE DE LOS BASTONES LARGOS
-Usted estaba todavía en Exactas cuando sucede la Noche de los bastones largos. Qué recuerda de entonces?
Empecé en la cátedra de Biología celular, de la Facultad de Ciencias Exactas.
Anduvo todo muy bien durante 10 años, porque después en 1966 vino Onganía, echaron a mucha gente, yo me acuerdo que me salvé por milagro de la cárcel, porque me acuerdo que el profesor Rolando García, que era el decano de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales, en 1966 dijo esta noche a las siete hay reunión de todos los profesores porque parece que se viene la revolución, entonces yo le dije si había reunión a las siete, mejor que avise a mi casa, a mis chicos que voy a llegar muy tarde. Me voy para hablar por teléfono afuera porque en la facultad no funcionaba. Entonces fui a una confitería y llamé por teléfono a mi casa. Cuando vuelvo de la confitería veo que llega un celular y ponen adentro a todos los que estaban en la reunión, al rector, a todos los profesores, a todos los ayudantes. Yo tuve tiempo de darme vuelta y de tomarme el colectivo para ir a casa. Al día siguiente no me acuerdo más si me echaron o renuncié, así que me encontré otra vez sin nada. Y bueno, me pasó tantas veces que otra vez...”
-Y a empezar de nuevo…
“Así que hay que empezar otra vez. Pero por suerte yo había conservado en el Instituto Roffo mi laboratorio, había dejado ahí una técnica que había preparado yo que me mantenía unas células, no cobraba nada pero por lo menos tenía mi sección de cultivos que seguía funcionando. El director me dijo, "Ah, muy bien, justamente estamos por llamar a concurso, porque vamos a crear el departamento de investigaciones oncológicas" que no existía todavía, "Y si usted quiere presentarse", entonces me presenté y gané el concurso de Jefa de departamento así que dejé la facultad de Exactas y empecé a trabajar otra vez en el Roffo.
Y entre tanto yo había ingresado en el año '60 en el CONICET, así que trabajaba ya como investigadora en el CONICET. Así que me quedé ahí desde el año '66 hasta que me retiré en el departamento de oncología experimental, he trabajado hasta el año 2000.
LA DICTADURA
-Dónde estaba y cómo transcurrió su trabajo durante la dictadura militar que comenzó en el 76?
Durante el proceso militar me acuerdo que estaba en el Roffo, y un día llegaron 4 personas de la Side, me encerraron en el laboratorio, y me dijeron por qué usted dejó sacar estas fotografías de su laboratorio. Me ponen adelante una revista, en la página central había una fotografía creo que de Astiz, yo no sabía que estaba internado ahí porque tenía un tumor. Parece que todas las tardes lo llevaban a hacer quimioterapia, a irradiarse. Me dicen: nosotros hemos estudiado la sombra de esta palmera que está debajo de su ventana y hemos decidido que esta fotografía ha sido sacada desde esta ventana. Yo digo: acá no ha venido ningún fotógrafo que yo sepa pero, la llave cuando me voy, queda en la portería así que puede haber venido cualquiera a sacar la foto. Además al lado hay un baño que también tiene la ventana, también de ahí se puede sacar. Pero por esto me encerraron 5 horas, empezaron a interrogarme, conocían mi vida desde el principio. Me impresionó porque conocían mi vida mejor que yo, desde el momento que yo puse pie en Argentina (…) Vinieron dos días seguidos para hacerme preguntas de todo tipo, le aseguro que me asusté, yo todavía en ese tiempo no estaba muy enterada de lo que pasaba con la gente, con las Madres de Plaza de Mayo, todavía no estaba enterada, se sabía poco, me enteré más tarde. Pero me asusté igual de todas las preguntas que me hacían. La pasé bastante mal.
-Cómo siguió después su vida y cuándo comenzaron sus problemas de salud?
Después en estos últimos años, por suerte trabajamos bastante bien, muchas dificultades como ustedes saben, pero hemos sobrevivido. Hasta mi jubilación, yo tenía todavía un contrato con el CONICET, pero me vino un tumor en el ojo y tuvieron que anularme totalmente el ojo, a los pocos meses el otro ojo, por el cual todavía veía algo, pero actualmente ya no puedo ver. No puedo leer, para mí es muy importante así que viene gente a leerme, estoy todo el día con los cassettes, soy socia de una biblioteca de ciegos, ya terminé todos los libros. Ahora me hice socia de una biblioteca de ciegos de Italia y me mandan de Italia los cassettes una vez por mes. Paso mis días así, y con la gente que me viene a ver de la facultad, del departamento…Qué duro que es para mí no poder ver, no poder escribir, vivo con la radio, por suerte la revista científica que se llama "Ciencias" me la leen, y me tiene un poco al día con el tema del cáncer”.
DISCÍPULOS DE TODO EL MUNDO
-Ha trabajado con muchos alumnos, siguió teniendo contacto con ellos?
“Todos mis discípulos vienen a verme. En el laboratorio son como 30 personas. Todos hicieron sus tesis de doctorado conmigo: biólogas, clínicas, médicas, más que todo biólogas. (…) No sé cuantos alumnos tengo por el mundo
“En los últimos años también me dediqué al estudio del Alhzeimer, con grupos de neurólogos que trabajaron conmigo varios años, con bioquímicos que me ayudaban en la parte de terminación de células”.(…)Así paso mis días, y con la gente que me viene a ver de la facultad, del departamento…Esta es más o menos mi historia.